viernes, 11 de marzo de 2016

ENHAMED MOHAMED

Hasta los ocho años Enhamed miraba una piscina y se quedaba fuera, ya que no sabía nadar aunque siempre había querido aprender. Enhemed era un chico que jugaba en el Parque Santa Catalina y en Las Canteras con sus amigos, como todos los de su edad. Pero él ya era distinto, se crió en Gran Canaria mientras sus padres vivían en el Sáhara.
Un glaucoma le quitó la vista a los nueve años. Para él la ciudad se convirtió en una jungla llena de barreras. La arena del desierto saharaui enferma los ojos de muchos niños por lo que sus padres pensaron que en Gran Canaria podría salvarse de ese peligro. Pero el destino no siempre coincide con los deseos, y la enfermedad le llegó.
En medio de la oscuridad alguien dio la mano a Enhamed y lo invitó a entrar en la piscina de Julio Navarro. La vida le cambió de repente.

“Fuera del agua todos son obstáculos, dentro puedo ser todo lo que yo quiera”. Ha contado Enhamed para El Correíllo.
Enheimed nos ha demostrado que siempre hay alguien dispuesto a saltar las barreras. 
Él nadó en Beijing animado por miles de personas de todos los países, batió dos records mundiales y consiguió cuatro medallas de oro.

Una vez más podemos comprobar que el deporte ayuda a las personas discapacitadas a sentirse como los demás y olvidarse de sus problemas físicos.
La natación, en concreto es una de las mejores formas de integración y de autoconfianza, ya que la práctica de la natación incremente la capacidad física, lo que a su vez da mayor estabilidad psíquica. Con una mejor condición física y psíquica, crece nuestra confianza teniendo mayores posibilidades de afrontar el trabajo cotidiano.



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